Es conciso saber cómo eran los
poblados de los hombres del periodo neolítico, antes de conocer sus principales
asentamientos. Prácticamente se da el surgimiento de las aldeas, los poblados
neolíticos eran pequeños y estaban formados por chozas de forma circular o
rectangular hechas de adobe. Cada poblado se componía de varias viviendas,
establos para los animales, almacenes para los granos, etc.
Si nos situamos en la región del Jordán (en
Palestina), en la base de la colina Tell es Sultán, donde estuvo asentada la
vieja ciudad de Jericó. Lo mismo ocurre en Nahal Oren, en el monte
Carmelo, y en Beidha, cerca de Petra. En estos tres yacimientos, el nivel
inferior A cuenta con fuertes defensas con muros y foso, con habitaciones
circulares en forma de colmena formadas con ladrillos carenados.
En el nivel B hay habitaciones rectangulares
con muros revestidos de barro y pasillos con habitaciones a ambos lados. Si en
el nivel A hallamos nidos de cráneos que recuerdan los de Offnet Baviera. En el
B los cráneos se recubren, modelando los los ojos. En este segundo nivel
aparece el cultivo de la cebada y la cría de las cabras para alimento, en tal
proporción que hace pensar en una posible domesticación; todo ello en el
séptimo milenio a. de C., en una fase pre-cerámica, con numerosas
muestras de culto y de plástica.
Pero a todos esos primeros centros urbanos
supera en interés el de Chatal Hüyük, en el llano de Konya, en la parte
meridional de Anatolia, excavado por James Mellaart. Se trata de un poblado de
gran extensión (unos 130.000 m2), formado por habitaciones rectangulares con
hogar central, adosadas unas a otras, salvo en los casos en que se disponen
unos patios o espacios libres entre ellas.
Los muros eran de ladrillos secados al sol;
los tejados planos tenían aberturas, por las que se entraba al interior gracias
a una escala de madera. Bancos junto a los muros servían como lugar de
enterramiento, probablemente secundario, de los familiares. Muchas de las casas
presentan las paredes decoradas con relieves o pinturas. Estas últimas ofrecen
curiosos paralelos con las levantinas españolas, cuya cronología no difiere
gran cosa de la de estas primeras ciudades. Es seguro que experimentaron
frecuentes reconstrucciones.
La gente vivía en casas modestas de adobe,
edificadas tan próximamente unas de otras, que sólo formaban unas pocas calles.
Para llegar a sus casas, sus habitantes tenían que caminar por las azoteas y
luego entrar en sus casas a través de un orificio en el techo.
Los arqueólogos han descubierto que se
cultivaban hasta doce productos en Çatal Hüyük, incluyendo frutas, nueces y
tres variedades de trigo. La gente cultivaba sus propios alimentos y los
guardaba en los almacenes de sus casas.
En Çatal Hüyük se han encontrado lugares de
culto religioso con figuras de dioses y diosas domésticos, así como diversas
estatuillas de figuras femeninas. Dotadas de senos y asentaderas muy
prominentes, estas “madres tierra” tal vez representaban de manera simbólica la
fertilidad de “nuestra madre” tierra y la de las madres humanas. Tanto los
relicarios como las estatuillas son indicadores del creciente papel que
desempeñaba la religión en las vidas de estas personas del Neolítico.
La revolución agrícola del Neolítico tuvo
consecuencias de largo alcance. Una vez que la gente se hubo asentado en villas
o ciudades, construyeron casas para protegerse, así como otro tipo de
estructuras dedicadas al almacenamiento de bienes. Como comunidades
organizadas, almacenaron alimentos, acumularon bienes materiales y comenzaron a
practicar el comercio.
Es decir, en fechas que hace unos años
hubieran parecido excesivamente elevadas, encontramos sociedades directamente
salidas del estadio mesolítico, directo sucesor del paleolítico superior, que
han progresado enormemente en el camino del urbanismo y se hallan organizando
ya una vida social y religiosa intensa.
Podríamos completar lo dicho con secuencias
parecidas en el Iraq septentrional con nombres como Jarmo, Hassuna, Tell
Halaf, y tras esta fase entramos en la ocupación de la Baja Mesopotamia,
cuando la ciudad ha adquirido toda su importancia política, que guardará
durante muchos milenios, a través de las fases de El Ubaid, Uruk y
Jemdet-Nasr, hasta las clásicas ciudades sumerias. Podríamos también
destacar las ciudades asirias primitivas y las que van descubriéndose en el
Irán, que acabarán por unir ese mundo asiático occidental con las grandes
ciudades, muy posteriores, del valle del Indo, en las que vemos logros que
calificaremos de modernos en aspectos tan importantes como el agua.
Gracias a la datación del carbono 14 sabemos
que el neolítico había cruzado el Egeo alrededor del 6000 a. de J.C. Sesklo y
Argissa en Tesalia, Nea Nikomedeia en la región occidental de Macedonia, nos
muestran poblados con casas de madera recubierta de barro, cerámica plástica
con representaciones femeninas, abundante industria ósea, ganadería que incluye
los bóvidos, sepulturas en fosa, etcétera.
Desde estos centros urbanos, los primeros
que conoció Europa, en un camino que debió costar unos dos mil años, ese
elemento renovador que fue la ciudad se extendió al extremo occidental del
Viejo Mundo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario